Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en
cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos
consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las
aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra
consolación. Pero si somos atribulados,
es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra
consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que
nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme,
pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois
en la consolación.
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