El cristianismo es una herencia dada por Dios a todos aquellos que responden a su llamado . En este, no existe la supremacía de unos sobre otros, ni cosa que se le parezca, y pareciera que ya muchos no entienden esta básica verdad relacionada con la naturaleza de la Iglesia.
Por otro lado es cierto que, el creyente, aunque humilde y precavido, tiene muchas veces que salir a denunciar actitudes y medias verdades, que surgen aquí y allá, confundiendo y llenando de dolor a muchos. También ahí, a veces se falla, pues el celo no nos deja ver que estamos lastimando a inocentes, en el proceso de denuncia. Cierto no somos infalibles, el caso es tenerlo en cuenta a la hora de salir a defender el evangelio, porque al fin y al cabo, si hay algo que podamos de alguna manera gloriarnos, si es que se nos permite el término, es de aquellas cosas que sacrificamos, sufrimos y dedicamos, en favor de el prójimo. ¿Cuánto mas de aquellos que invocan el nombre de nuestro Señor, o sea: nuestros hermanos en Cristo?
Recordemos que no somos nosotros la clave de que la Palabra vaya y traiga fruto, o : ¿Se nos olvida que la Palabra tiene vida en si misma? O : ¿No es Dios quien hace todas las cosas? Ojala que la vanagloria no carcoma lo poco que podamos de tener en nuestro propio favor; me refiero a la humildad que corresponde a todo aquel que comprende la corrupción innata del ser humano y su incapacidad para salvarse por si mismo.
Por lo que si en alguna manera, estamos atareados en denunciar la mentira, y proclamar la verdad, pensemos que debemos de ser claros y por sobre todo, tener en cuenta que podríamos estar lastimando a inocentes.
La consigna cristiana es para edificación y no para contienda, para ayuda y no para tropiezo.